15 años.
La edad más preciosa y a la que si a cualquiera de nosotros nos diesen a elegir, sin duda decidiríamos volver.
Ya no eres un niño, tu cuerpo está cambiando y sobretodo tus intereses.
Tus amigos son lo más, tu primer amor, tu principio de independencia con tus padres, tu primer trabajo (aunque solo eran prácticas para ti era un trabajo de mayor) tus primeras salidas con tu “penya”, todo nuevo y maravilloso. Eso es lo que yo recuerdo de mi adolescencia y aunque seguro que también hubo cosas no tan buenas que en ese momento para ti eran importantes, en tu recuerdo todo es maravilloso.
Te haces mayor, conoces a tu media naranja, compartes tu vida, te casas y cuando ya parece que lo tienes todo encarrilado, das el paso definitivo, el más importante. Vais a ser padres.
Idealizas (todos lo hacemos), cómo será tu retoño?, a quien se parecerá físicamente?, que personalidad tendrá?, que intereses podrás compartir con él/ella?…
Nace el bebe más precioso que has podido ver en toda tu vida, es absolutamente perfecto y repito precioso a rabiar.
Va creciendo y está claro que ha salido a su madre porque es precioso, pero no tienes claro a quien se parece para ser tan movido, no conoce el miedo y no le puedes quitar el ojo de encima ni un solo minuto, porque la lía por todo lo grande.
Se va haciendo mayor y empieza a ir al cole. En menos de un mes, su profesora de preescolar nos llama para hablar con nosotros. En solo unos días ella (gran profesional con dilatada experiencia), ya nos indica que algo en él (mi príncipe) no es normal y que debemos ir al CEDIAP para que lo vean y lo valoren.
Empiezan las primeras alarmas, pero bueno, no es preocupante, es que es muy movido.
Después de dos años salimos sin diagnóstico y sólo con un “inmaduro” como respuesta.
Más adelante,” la mosca está detrás de la oreja” y pasamos por UTAE, quien nos entrega el duro diagnóstico: Tu hijo es TEA.
Guantazo en toda la cara, el dolor más grande que hasta ahora ha sentido tu corazón, pero remontas porque él lo es todo y ahora te necesita más que nunca.
Una vez te “levantas de la lona”, os ponéis manos a la obra para aprender que es lo que él más necesita, cómo darle herramientas para luchar con la dura vida que le espera por delante, dura para todos, pero para él más porque su condición lo hace diferente y en la sociedad que vivimos, lo diferente a la mayoría es rechazado.
Pasan los años y aunque en primaria apenas tiene amigos, bueno, esperas que cuando llegue al instituto será más fácil porque parte de 0.
Pasa primero de la ESO y no es así, tiene algunos chavales con los que pasa el rato en el patio, pero no se mantienen en el tiempo y no consigue encajar en ningún grupo.
Y llegamos a la plena adolescencia, los 15 años.
De todo aquello que yo recuerdo con cariño de mi adolescencia y que deseo que mi hijo pueda disfrutar a tope, él no puede hacerlo.
No hay amigos con los que quedar, nadie con quien salir, las chicas están en un planeta distinto a todo lo que le interesa y es una auténtica pena ver todo lo que se está perdiendo.
El que no salga con amigos hace que pase más tiempo contigo y eso te hace disfrutar de su compañía, de su alegría, su gran corazón y de que es un verdadero cachondo (eso sí que lo ha heredado de mí).
Tiene un sentido del humor socarrón con el que me lo paso en grande y me da una pena enorme que los chavales de su edad no le den la oportunidad para poderlo disfrutar igual que lo hago yo.
Sus padres, su hermano y familia en general son todo lo que tiene para poder compartir su vida, pero me queda la ilusión que en su próxima etapa estudiantil sea capaz de saber compartir todo lo bueno que tiene que es muchísimo.
Son unos felices, pero solitarios 15 años, diferentes a los idealizados por cualquiera de nosotros, no sé si son mejores o peores, pero con la esperanza de que la vida y el tiempo le dé la oportunidad de poderlos disfrutar acompañado por sus iguales y que al echar la vista atrás los recuerde con todo el cariño del mundo.
Fernando Pajares
Membre Junta TEA Vallès Oriental
Fernando felicidades por tan bonitas y duras palabras, si la adolescencia es una etapa donde se encuentra muchos de los objetivos que nombras y que tal vez por
la sociedad que nos envuelve no encaja ciertas diversidades de personas. La unión de la familia en estos casos es súper importante y eso lo tiene más que cubierto, per si creo que llegará esa etapa donde conozca otro mundo repleto de aprendizajes, diversión, amor, entre otras cosas más
Te leo y estoy viendo la adolescencia de mi hija mayor, que también tiene 15. En nuestro caso ni CDIAP ni UTAE, tuve que insistir porque entre mil síntomas más, apareció la hiperacusia, y con ella el diagnóstico tardío que a mí me sirvió para empezar a entenderla mejor: TEA. Su hermano también es autista, y tanto él como nosotros también somos los únicos con quienes comparte su vida, porque sus compañeros no le dan esa oportunidad. Para ella no está siendo una adolescencia feliz, es tristísima y solitaria. Se me rompe el corazón cuando la veo a ella, o a chicos como tu hijo, con tanto que aportar, y a quienes se les cierra la puerta por ser “diferentes”. Le digo que tenga paciencia, que cuando sea adulta la cosa cambia, pero para un adolescente es como hablarle de lo que ocurrirá dentro de 1000 años. Sólo se me ocurre decir que tratemos de acompañarles lo mejor que sepamos y seamos temporalmente su soporte emocional, que su familia sea su pilar de estabilidad, hasta que encuentren esa gente que no los rechace sin conocerles. Tienen mucho que ofrecer, mucho que conocer y mucho de lo que disfrutar!
Es difícil no leer esta noticia y que las lágrimas me sorprendan con un nudo en la garganta. Que podamos poner nuestras realidades para que cualquiera pueda sentir que esto que nos sucede, les ocurre a más personas